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Una voz pausada y mirada tranquila acompañan la manera en que Carlos Castillo, docente en la Institución Educativa Fe y Alegría La Cima, en Manrique, expone sus ideas; de esta misma manera, inyecta una lección de vida en sus alumnos. Enseñar no fue la primera vocación de Carlos, se inició en el seminario, pero luego prefirió hacer que los jóvenes reflexionaran sobre sí mismos, sobre la vida y el porqué de las cosas en sus clases de filosofía.

"Enseñar para mí es la manera más honesta de vivir y ser feliz", dice mientras sonríe. Para él es una mezcla entre el deseo de ser y lo que es; incluso, es un homenaje a quienes lo inspiraron en su trayectoria, sus propios maestros: el tío Jesús, que con sus fichas didácticas le enseñó a leer; la vecina, doña Nubia, una experta en matemáticas que más de una vez lo ayudó en alguna tarea; su propia mamá, doña Beatriz, quien estuvo a su lado en los momentos en los que quiso darse por vencido, animándolo y dándole esperanza.

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Para Carlos, su logro más grande es poder despertar en sus estudiantes un amor por el saber, como él mismo lo obtuvo de sus mentores. Él ahora es el referente para sus jóvenes alumnos, que con sueños y proyectos se esmeran en ayudar a sus familias y mejorar sus comunidades.

Con anhelo, este apasionado profesor espera seguir cambiando la vida de quienes asisten a sus clases. Él quiere continuar recibiendo sus mensajes con el paso de los años, como uno en particular que siempre recuerda, en el cual un joven al que le enseñó en una escuela rural le dice: "todavía están en mí sus enseñanzas, profe".

Carlos Augusto Castillo, 42 años 
I.E. Fe y Alegría La Cima 
Manrique

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